Las historias de robos se multiplicaron en nuestro barrio. Entraron a nuestras casas, a vos te robaron el auto, a mí el dinero, a él sus recuerdos familiares y a todos, nos hurtaron la sensación de seguridad que nos daba estar en el hogar.
Se llevaron nuestras pertenencias y nos dejaron el miedo. Ya no nos atrevemos a salir a la vereda a conversar con los vecinos. Cada día nos encerramos más en busca de seguridad. Reforzamos las rejas, pusimos cerraduras más eficientes y alarmas más sofisticadas. Tuvimos que cerrar la puerta para que los otros no pudieran entrar.
Entonces nos dimos cuenta de que nos robaron el barrio. Hace unos años, el barrio era parte de la casa, un patio grande, al que podíamos salir con toda confianza. Aunque nuestras casas tuvieran jardín, el verdadero jardín era la calle, el lugar al que los chicos salían a jugar y en el que los mayores pasaban largas horas del día conversando. Hoy nos da miedo estar en la vereda.
Muchas de estas cosas ya no podremos recuperarlas. Pero el barrio sí.
viernes, 28 de septiembre de 2007
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